Cierra tu ojo izquierdo, sí, has leído bien, tápate el ojo izquierdo. Ahora alejate de la pantalla unos 30 cm. Muy bien. Centra la vista (con el ojo derecho) en la cruz de la imagen superior y ve acercándote poco a poco hasta que casi llegues a la pantalla.
¿Te has dado cuenta? ¿No? Fijate bien. En algún momento del recorrido el punto que hay al lado de la cruz DESAPARECE. Vamos, prueba otra vez. Ahora sí ¿verdad?.
Te preguntarás a qué se debe este efecto. Para ello, y con tu permiso, nos vamos a tener que adentrar en el interior de tu ojo de la misma forma que lo hace la luz para que puedas ver. ¡Vamos allá!
Entrando por la pupila (el puntito negro en el centro del ojo) y atravesando todo el globo ocular llegamos a la parte trasera, la retina, donde se extiende un amplio territorio repleto de receptores llamados conos y bastones (a la derecha en la imagen). Sin entrar en diferencias ni en más detalles visuales (no es el tema) podemos decir que cuando la luz incide sobre los fotoreceptores, estos, a través de distintas conexiones celulares (parte central de la imagen), transforman la señal lumínica en una señal eléctrica que viaja hasta el cerebro a través del nervio óptico. Este nervio está formado por el conjunto de axones procedentes de las células ganglionares (a la izquierda en la imagen). De esta forma se reunen miles de axones en un único nervio, el cual debe salir de la retina por algún sitio ¿no? Pues he aquí el quid de la cuestión.
Como podéis ver en la imagen, la retina (la parte posterior del ojo) contiene una pequeña región por donde este nervio encuentra su salida. Se conoce como papila óptica, disco óptico o punto ciego y carece de fotoreceptores. ¿Esto qué significa? Pues que por mucho que llegue la luz no se transmitirá ningun tipo de señal al cerebro y por lo tanto no se formará ninguna imagen procedente de esa zona.
En una situación normal, por ejemplo mientras lees este post, no detectamos esa ausencia de visión ya que (y sino corregidme) nuestro cerebro interpreta la imagen en su conjunto, y como la zona correspondiente al punto ciego es mínima, simplemente no le afecta. Pero cuando centramos la atención en un punto concreto, como en el caso de la imagen con la que abro el tema, y buscamos conscientemente, entonces sí podemos detectarlo. Así, cuando el punto desaparece de tu campo de visión es porque la luz que llega a tu retina procedente de esa imagen incide sobre el punto ciego y la señal visual no se envía al cerebro, dando la sensación de que el punto desaparece. Volved a repetir el ejercicio que os planteé al principio ya veréis como ahora lo veis todo mucho más claro, a menos que estéis sobre el punto ciego.
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